La administración pública es una empresa compleja. Hay muchas más "líneas de negocio" en los gobiernos que en los grandes conglomerados. Esta complejidad puede llevar a nociones opacas de lo que ocurre en el gobierno. La sospecha de falta de competencia. O conspiraciones para cambiar comportamientos: el "Estado niñera".
Los gobiernos sufren un déficit de confianza. Este déficit conduce a la inestabilidad. A un menor cumplimiento de las obligaciones fiscales.
Los ciudadanos suelen desconfiar de las noticias gubernamentales sobre programas que han salido bien. Basta con que unos pocos programas salgan mal para que se refuercen los estereotipos sobre el sector público.
Muchos gobiernos que pretenden mejorar los servicios a los ciudadanos a través de la tecnología digital, como las iniciativas de "ciudades inteligentes", siguen las llamadas "mejores prácticas" en lugar de implicar a los ciudadanos. Estas iniciativas están condenadas a obtener rendimientos positivos limitados. En la confianza, el medio es el mensaje. Los ciudadanos, la sociedad civil y las empresas deben participar en la selección de iniciativas de ciudades inteligentes. Este compromiso debe extenderse a mecanismos de retroalimentación y total transparencia. De lo contrario, la desconfianza creará escepticismo ante cualquier pretensión de resultados.
Ya hemos sido testigos de un contra los conceptos de ciudades inteligentes.
La confianza debe ser un resultado medido de los programas de gobierno inteligente y gobierno abierto.
